jueves, 10 de abril de 2014

Aprendiendo a volar.

   Estoy escuchando en la radio Learning to fly de Pink Floyd. Y me han venido muchos sentimientos a la vez. Estoy feliz de sentir un amor tan bonito. Y más aún, de que alguien sienta como yo. Que vea la vida como yo la veo, y que sienta la magia que puede haber viviendo la vida con los pies en la tierra.
   Me emociona que me veas como yo te veo y que me quieras como soy. Igual que yo a ti.
   Me emociona que sea real el amor que siempre he imaginado, que siempre he defendido.
   Pero de repente me he sentido desbordada. Me ha entrado un miedo enorme, como un polluelo que está en el borde del nido esperando a saltar y desplegar las alas para ponerse a volar. Nunca en la vida me han querido tanto y de una manera tan bonita.
   Una vez leí que no sólo hay que saber dar en la vida. También hay que saber recibir. Hay que sentir merecimiento.
   Después de todo lo aprendido, sé que es el corazón el que sabe de verdad, el que te conduce por el buen camino. Y tras muchos años, he aprendido a conocerme y a quererme a mí misma. Y por eso, después de secarme las lágrimas de un pollito asustado, pero emocionado e impresionado por el paisaje que se encuentra ante mi vista, pienso: ¿porqué no? Al fin y al cabo, ¿qué hacemos aquí en la tierra? Vivir y crear el amor. Y al igual que lo damos, tenemos todo el derecho del mundo de recibirlo.
  ¡¡ Pues a saltar y a volar!!

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