El Martes, cuando salía de mi clase semanal de Tai Chi (una tiene que seguir aprendiendo y practicando...) me fui andando desde Tirso de Molina hasta Ópera. Iba caminando despacio, disfrutando de la noche y el ambiente del Centro. Cuando iba por Arenal, me detuve a escuchar 2 violinistas que tocaban en San Ginés una música maravillosa: EL Cisne de Saint-Säens. De repente, pareció como si todo a mi alrededor se detuviese, y sólo existiera la música y yo. La gente caminaba deprisa a mi alrededor, aunque había unos cuantos como yo que también escuchaban embelesados. La música llegaba directa a mi corazón. No existía nada a mi alrededor más que la música del violín que hablaba con sus notas, con el fondo de las arpas que, no importaba que sonaran enlatadas. Me emocioné, sí, y con esa sensación en mi interior me fuí a casa. Me la guardo en el corazón, con otras muchas que atesoro. Con ellas la vida se hace más bella. Más vivible...
Un lugar seguro donde expresar y compartir lo que siento y mis energías con vosotros, en Amor y Luz.
jueves, 20 de octubre de 2011
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