domingo, 2 de febrero de 2014

Estrellas desde mi ventana.

Cada noche me asomo a la ventana de la cocina a contemplar las estrellas cuando el cielo está claro, sobre todo cuando el aire está tan limpio que los astros brillan con una luz como en alta definición.
   Suelo fijarme primero en la constelación de Orión. Tan inconfundible con su cinturón de tres estrellas en el centro. Y un poco más arriba a la izquierda, Sirio grande y vigilante.
   Cuando llega la hora de irse a dormir, a la Tierra le ha dado tiempo a moverse lo suficiente como para situar los astros en la ventana de mi habitación.
   Mirar las estrellas sin pensar en nada más es como meditar. Allí está el cielo que nos protege y nos cubre. Es un bello espectáculo para antes de irse a soñar. Sólo eso, mirar al firmamento, respirar el aire fresco de la noche, sentir la magia de la vida.
   Hace 2 años, en agosto tuve la oportunidad de verlo multiplicado por mil, cuando en Mallorca mi prima y yo fuimos a dormir a la playa. La verdad es que tardamos en conciliar el sueño extasiadas con la enorme cantidad de estrellas que había para nosotras.
   La sensación de ser tan pequeña y a la vez de pertenecer a todo el universo es maravillosa.
   Con ese regalo, ¿quién quiere complicarse la vida con la maraña de cosas feas con las que andan muchos? La vida es mucho más bonita y más sencilla de lo que parece. ¿No crees? El cielo nos dice cada noche que el mundo está hecho de Amor.

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