jueves, 7 de febrero de 2013

Reflexión desde el alma.

El frío de una mañana típica de invierno madrileña te despeja mucho la mente, hasta el punto de dejar abierta la ventana del corazón mientras entreno cobijada por los inmensos árboles de mi parque.
   Me he puesto a repasar algunos posts que escribí hace pocos meses, y viendo la situación actual, llego a la conclusión de que, en general, sí estamos deseando cambiar nuestras vidas, porque ya no satisfacen lo que hace que lata cada día nuestro corazón y viva nuestra alma. Pero aún hay algo que nos frena. O, lo que es aún peor, creemos que hemos cambiado, porque apartamos algunas personas de nuestras vidas. Pero en realidad lo que hemos hecho es seguir con los mismos patrones pero en distinto escenario y con otros compañeros de drama.
   Lo malo de esto es que en medio de la criba nos cargamos a quien realmente merecía quedarse a nuestro lado, y que, además, nos ha inspirado las ganas de cambiar.
   Los que ya decidimos cambiar hace tiempo, y por consecuencia nos aceptamos y queremos como somos. Porque estamos comenzando a amarnos tal cual, no sé de qué manera podemos inspirar a otros para cambiar sus vidas, pero lo que sí sé es que no nos merecemos que nos dejen en el camino tirados. Nosotros nunca lo haríamos.
   Otro factor peligroso cuando decidimos cambiar es la resistencia de la Vieja Energía. Aún tiene fuerzas para dar los últimos coletazos en forma de corruptos, gente negativa, y sedienta de conflicto, errores del pasado que sé repiten y repiten...
   Y el peor enemigo de todos: el miedo. Ese ser oscuro capaz de distorsionar la visión de nuestro corazón sobre la gente que realmente amamos. Y también capaz de hacer que volquemos nuestro cariño hacia alguien extraño, con tal de no dárselo a quien realmente nos llena el alma.
   Yo ya comencé mi cambio. Tuve miedo, lo abracé y elegí ser valiente. Y me encantaría tenerte de compañero de camino. No tengas miedo. Lo único que hace es mantener tu dolor y no dejarte salir.

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