miércoles, 1 de febrero de 2012

Ternura...

Esta noche es una de esas típicas de invierno con un frío que invita a envolverse en una manta o dejarse arrullar por un abrazo de alguien querido. Por el momento, me conformo con poner el pijama a calentar en la calefacción antes de irme a dormir, mientras me tomo un vaso de leche bien caliente con cacao. Lo del abrazo parece que se hace de rogar.
   No está de moda la ternura en la mayoría de la gente, aunque últimamente estoy viendo algún que otro anuncio en televisión que la tiene como tema principal.
   Parece que la tan necesitada ternura no goza de la predilección de muchos, que piensan de ella que no merece la pena, y que a estas alturas no hay que dejarse llevar por ella y manifestarla a otra persona.
   Pero yo me considero una gran defensora de la ternura. Es parte integrante del equipo del Amor. Sin la ternura, el Amor sería más frío. Alguien a quien ames, por muy rudo que parezca, siempre te provocará ternura en algún momento. Si no lo hace, plantéate qué estás sintiendo.

   A veces me pone triste que dentro del corazón de las personas no quepa la ternura, aunque pase fugazmente de vez en cuando. Parece que lo que "está de moda" es la rudeza, el dramatismo de las historias que contamos o nos cuentan. Los tiernos nos retiramos al exilio, sin recibir en nuestros corazones un pedacito de bizcocho tierno, o, lo que es peor, después de haber paladeado una miguita que nos supo a gloria, y haber escuchado que el resto del dulce no nos corresponde, aunque hayamos sido la inspiración de la receta.

   Para no acabar el post de una manera tan triste, deciros que este mundo necesita la ternura que albergamos en el corazón. Que es un sentimiento muy grande y muy hermoso, del que no tenemos que avergonzarnos ni temerlo. Por favor, dejáos llevar por la ternura. No duele, no es cursi. Hace que la vida sea más hermosa. Hace que los sentimientos sean limpios, frescos, y que las personas se manifiesten el Amor de verdad.
 
¡VIVA LA TERNURA! Dale una oportunidad, al fin y al cabo, a la postre es lo que termina mereciendo la pena de verdad...

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No, señor@s, el amor no ha muerto. Y tampoco nuestra libertad de ser, de brillar, de expresar.

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